sábado, 13 de noviembre de 2010

Relaciones peligrosas

¿Has estado en una relación peligrosa? ¿Cuán peligrosa ha sido? ¿En qué momentos de tu vida? ¿Has sabido salir de ella a tiempo? ¿Lograste entender por qué la habías elegido?

Las relaciones son como la vida, efímeras, con fecha de caducidad, empiezan y no sabemos cuándo terminan, son como las montañas rusas en un principio y luego se tornan carruseles girando en torno a la misma rutina. Hablo de las relaciones amorosas, las de pareja. Pero también de las que llamamos “peligrosas”. ¿Pero de qué clase de peligro hablamos?

Las relaciones peligrosas, son esas en las que suceden “cosas” detrás de las paredes que no tienen nada que ver con el amor. Pues lejos de proporcionarnos “el placer de estar juntos” nos crean “ el temor de quererte”, “la desilusión de amarte”, “el vacío de jugarme,” “la unilateralidad de comprometerme”, o el “dis-placer de volverte a ver”. ¿Entiendes?

Esos momentos en que algo pasó en el vínculo “nosotros” y todo comienza a ser “tú” y “yo”; esos instantes de quiebre, dónde los colores del arco iris del enamoramiento se congelaron en el recuerdo, y ahora el frío se instala en el alma.

Hablo de “peligrosidad” en el sentido en que no se tienden los puentes necesarios para crear una comunicación saludable en la que puedas expresar tus temores, tus expectativas, tus gustos y tus emociones.

Cuando una siente que no es “valorada” o “admirada” y por ende “no tenida en cuenta”; o bien no se respetan los espacios íntimos, personales, se violan los derechos individuales, y ya se dejan de ver el uno al otro como “humanos” y comienzan a ser simplemente “enemigos”. ¿Por qué enemigos? Porqué tal vez no se ha tenido la madurez suficiente para aceptar que cada cuál es un ser único y diferente, y que sostienen miradas distintas, pero que esa disidencia no implica una “NO RECONCILIACIÓN”; por el contrario, es una puerta que puede abrir el espacio a un nuevo aprendizaje.

Muchas veces, cuando como profesional del desarrollo humano de “relaciones peligrosas”, las mujeres que asisten a las charlas o conferencias, dejan volar su imaginación a situaciones en las que el maltrato físico es inevitable o las infidelidades son repetidas; sin embargo las relaciones empiezan a ser peligrosas “cuando una no puede ser quién es” y claro que ese “no puedo ser” no es algo material, aunque a veces si, pero me refiero cuando “una cree que no puede ser quién es” porque serlo generará consecuencias negativas a futuras.

Las relaciones son peligrosas cuando las personas no pueden ser quienes son en realidad, cuando se ven coartados de ser auténticos, de sostener sus ideas, de defender sus derechos.

Se tornan peligrosas porque uno o ambos integrantes de la pareja, no saben o no les interesa respetar los puntos de vista del otro; porque intentan imponer sus ideas, sus gustos, sus opiniones; y desvalorizan lo contrario, o buscan entre los miembros de la familia, personas que apoyen sus ideales para fomentar lo erróneo del pensar de la otra parte. Y la autoestima de quién es segregado se quiebra. Una comienza a dudar, a temer, a vivir en incertidumbre, a dejar de confiar si misma.

Lo peligroso no sólo está relacionado con la agresividad de los tratos, tiene que ver con todas aquellas relaciones en la que no nos sentimos cómodas, abiertas, dispuestas o motivadas.

Sin ese “para qué”, ese motor que nos impulsa, difícilmente la relación llegará a buen puerto. Somos responsables del amor que hemos elegido. Por eso hay que cuidarlo pero sobre todo cuidarnos a nosotros mismos.

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