lunes, 6 de junio de 2016

Crean el Premio Francisca de Pedraza contra la Violencia de Género

Crean el Premio Francisca de Pedraza contra la Violencia de Género
La Asociación de Mujeres Progresistas de Alcalá de Henares ha creado el Premio Francisca de Pedraza contra la Violencia de Género que será entregado a aquellas personas u organizaciones que se hayan distinguido por su sensibilidad y lucha por los derechos y la igualdad de las mujeres.
Francisca de Pedraza fue una alcalaína que denuncio violencia de género con sentencia condenatoria al maltratador en el Siglo XVII (1624). El premio se anunciará y entregará entorno al día 25 de noviembre, Día Internacional contra la Violencia de Género.
“Creemos que Francisca de Pedraza simboliza la lucha que mantenemos las mujeres por nuestros derechos, por no sufrir violencia y sobrevivir incluso a leyes que menoscaban nuestra independencia y libertad”, afirman desde la Asociación.

Sonia Chirinos: "No vamos a superar la violencia de género porque la aceptamos como algo normal"

"Las profesionales lo tenemos claro, pero a nivel social se dan por buenas muchas cosas: las sutilezas, los comentarios, los chistes... En el fondo no se cree en la violencia de género". Estas palabras de Sonia Chirinos, magistrada del juzgado número 2 de violencia sobre la mujer de Madrid, dan el baremo de lo que aguantamos. Ella lo percibe cada día desde que, en 2005, llegase a unos juzgados pioneros.
"He desarrollado una hipersensibilidad, en seguida detecto una mirada, una palabra...". Sonia Chirinos ingresó en la carrera Judicial hace más de 20 años. Ha hecho cooperación en Nicaragua, República Dominicana y Perú. Ha sido profesora de Derecho Penal y Criminología en las Universidades de Alicante y Valencia y fue la primera Directora General de Justicia de la Comunidad Valenciana en 1992.
Pero los juzgados de violencia de género, las historias con las que convive allí...
"Llegué a los juzgados cuando se crearon, tras un paréntesis en un proyecto de cooperación en República Dominicana. Vivía en Castellón, pero quería venirme a Madrid con mi marido, hubo un concurso muy importante y caí en este destino. La juez a la que iba a sustituir ya me advirtió: el volumen de trabajo era increible", cuenta. En 2005 sólo había 3 juzgados de violencia de género en Madrid. Las denuncias les sepultaban. "Poco a poco me gustó mucho. Pienso que algo de justicia se puede hacer, tanto desde la perspectiva de la denunciante como del denunciado".
Hasta entonces, los contactos de Chirinos con el concepto de 'género' eran internacionales. En Nicaragua ya había una policía de la mujer y el proyecto que dirigía en República Dominicana -de apoyo a la reforma y modernización del Estado- también tenía un componente de género, pero en en España no se utilizaba esa expresión. "Íbamos muy atrasados hasta que nos pusimos las pilas y ahora estamos a la vanguardia", valora.
Fue en ese juzgado en el que se dio cuenta de lo que era la violencia de género. "Personalmente fue muy duro, tuve que intentar asumir esa enorme cantidad de dramas y que no afectase a mi vida. Me hizo cambiar mi perspectiva y hablaba mucho de ello hasta que mi marido, con buen criterio, me dijo que teníamos que cambiar de tema".
Chirinos da cuenta de cómo ha evolucionado el perfil de los implicados. "Al principio había más señoras mayores, de unos 70 años, y muchas extranjeras. Y recuerdo que las explicaciones de los hombres eran muy curiosas, del tipo "es que no me daba la comida que yo quería". Recuerdo a una señora muy mayor que contaba que se protegía al otro lado de la mesa porque no podía correr mientras él argumentaba que en su casa hacía lo que quería.Tenían los dos más de 70 años.Era todo mucho más primitivo, y no había tantos jóvenes. Ahora cada vez hay gente más joven, y las mujeres son de todos los perfiles sociales".
Chirinos vuelve sobre su teoría: "El problema es que seguimos sin aceptar la violencia de género como una realidad con la que vivimos salvo cuando se producen hechos muy graves. En general, seguimos aceptando que es normal que las mujeres tengamos que vivir ciertas situaciones porque así está hecha la sociedad. El mensaje subliminal que nos lanzan es que es esas situaciones son normales. Cosas del tipo '¿Tú me quieres? ¿Me eres fiel? Pues dame tus claves del móvil y de tus redes sociales'... Creo que las mujeres no reciben una educación adecuada ni a nivel escolar ni social ni familiar porque en el fondo no creemos en la violencia de género, es parte de un comportamiento social y no nos importa salvo en el caso de que la agredan".
Ella misma tiene dos hijos varones.
- ¿Crees que en el colegio se les ha dado educación para evitar esos patrones?
"La pregunta es muy buena porque ni yo he hecho ese examen. No sería capaz de decir han recibido una educación en igualdad súper clara, pero yo sí que les cuento cosas precisamente para que lo sepan".
-¿Y afecta a los casos que juzgas el hecho de ser mujer? "
"Quizás el imputado se sienta más incómodo y la mujer pueda esperar cierta complicidad y después se enfade cuando no respaldas lo que dicen, pero son anécdotas a las que no hay que entrar. Quizás nos esforzamos incluso más en demostrar nuestra imparcialidad". Eso sí, desmonta el mito: "No creo que haya denuncias falsas, es un hecho matemático. Hay muchas mujeres que a pesar de denunciar siguen sin aceptar la situación que viven. Hay casos que te conmueven, con orden de protección, retirada, reconciliación... Así durante un año y medio, hasta que al final el hombre casi la mata".
Son las nueve de la mañana y Chirinos tiene por delante un jornada dramática. "Esto es un proceso largo y no soy optimista, no tengo claro que vayamos a combatirlo porque parece que las sociedades modernas estamos dando por buenos estos comportamientos. Es un tópico, pero no aceptamos que las mujeres sean guapas, profesionales e inteligentes".
Mira el reloj. En el pasillo hay mujeres esperando a entrar en la sala.

ANTIPATRIARCADO

La cultura de la violencia de género

Ilka Oliva Corado
Existe, lo vemos todos los días, está enraizada en los patrones de crianza, en el sistema patriarcal, en los factores socioculturales: la violencia contra las mujeres es real y también se acepta algo como natural en nuestra sociedad misógina y machista. Para la violencia de género no existen fronteras territoriales ni distinción de clase social, color, credo y grado de escolaridad. Es imperceptible debido a que es solapada.
Una violencia que se ejerce a todo nivel, que es ilimitada y que no sorprende. Que no asombra, no indigna, no encoleriza. La cultura de la violencia de género tiene sus cuñas en los estereotipos, en las religiones creadas para oprimirla, en una educación patriarcal, en un sistema que invisibiliza a la mujer como ser humano y la denigra constantemente: que la abusa en sus derechos y la excluye de la justicia.
Esa cultura que va desde la negación a los derechos laborales, a la igualdad social, al aborto. A la educación, salud, progreso. Que a la víctima la re victimiza, que al victimario lo aplaude por macho alfa. Normas establecidas que tienen que ver con la doble moral, hipocresía, miedo y el vivir de apariencias. Razones por las cuales no se denuncian los abusos emocionales, físicos, sexuales y en consecuencia los feminicidios.
Y cuando una víctima se atreve a denunciar resulta siendo juzgada por la sociedad que la acusa de culpable. Ni qué decir de un sistema de justicia que la sentencia y deshonra acusándola de mentirosa, dejando libre al agresor. Mismo agresor que en venganza va y la asesina en los terribles e innumerables feminicidios que a ninguna sociedad importan.
La cultura de la violación sexual, también naturalizada que como toda respuesta nos dice: es mujer. Es mujer no pasa nada, es tan solo una mujer: un objeto, un rastrojo, una esclava. Esa cultura que va desde la asignación de roles, colores. Que nos dice cómo debemos pensar, cómo comportarnos, qué sí y qué no hacer conforme a nuestro género. Y que si nos salimos de la norma entonces lo que nos suceda es completamente nuestra culpa. Aún viviendo bajo los parámetros marcados por el patriarcado también nos acusa y nos culpa. A nivel mundial la existencia de leyes que esclavizan a la mujer.
La cultura de la violencia de género que nos dice que las mujeres somos el sexo débil, que no podemos practicar deportes asignados para hombres, que no podemos ejercer profesiones u oficios que milenariamente han sido asignados a hombres. Que nos dice que nuestro rol en la vida es el de ser madres, limpiar la casa y cuidar de nuestros hijos. Satisfacer sexualmente a nuestros hombres. Vivir para ellos. ¡Y pobre de la que decida salir de la norma y amar a otra mujer! Porque se le denigra, se le golpea, se le viola y asesina. Y peor aún: era tan solo una lesbiana que no llegaba siquiera a ser mujer. Caso cerrado desde que entra el cuerpo a la morgue.
Esa violencia que está en la escuela, en la televisión, en la radio, en el arte, en todo. En todo lo que nos rodea. La forma en que los noticieros manejan la información en casos de violencia de género: con sesgo, estereotipos y patriarcado. Mujeres que a conveniencia personal apoyan el patriarcado, decidiendo con esto vivir en la sumisión de por vida y en las sombras. Esa cultura que nos niega la realización personal y a vivir en nuestro propio albedrío.
Hay mucho qué decir de la cultura de la violencia de género desde cualquier plataforma, y sus razones y sus consecuencias y a quiénes beneficia. ¿Qué es lo que no nos permite reaccionar ante esta atrocidad? ¿Qué es lo que no nos permite denigrarnos y despertar en masa cada vez que se viola a una niña, adolescente o mujer? ¿Cuando se le golpea y asesina? ¿Qué es lo que no nos permite crear la cultura de la prevención? ¿La reestructuración de la sociedad y de los patrones? ¿Qué es lo que no nos permite respetarnos? ¿Valorarnos como seres humanos iguales en derechos?
¿Qué tan profunda es nuestra indiferencia que no nos duele y no nos enfurece cada vez que sabemos de un feminicidio? ¿De una mujer agredida? ¿De una injusticia en los derechos laborales? ¿De un Estado que no invierte en políticas de desarrollo para la mujer? ¿Cuándo dejaremos de vivir con estereotipos, con religiones misóginas y opresoras? ¿Cuándo vamos a cambiar normas patriarcales para criar niños sanos que no violenten en ninguna de las etapas de su vida?
¿Cuándo vamos a vernos con la certeza de ser tan solo una partícula en la inmensidad del tiempo? ¿Y que tan fugaz es nuestro paso por la tierra que vamos a poner todo nuestro empeño en que la equidad y el derecho a ser y a vivir en el libre albedrío no se castiguen? ¿Cuándo tendremos la entereza para cambiar la cultura de la violencia de género por la del respeto?
Son tantas las maneras, los arquetipos en que todos ejercemos la violencia de género que muchas veces no nos damos cuenta que lo estamos haciendo, porque es algo que está ahí de planta, tan naturalizado como el aire que respiramos, como el pulso cardiaco, el parpadear. Pero la violencia de género es algo aprendido por lo tanto se puede cambiar. Por supuesto que tenemos la capacidad para eliminar el patriarcado, el machismo, la misoginia y la indiferencia. La pregunta es: ¿cuándo lo haremos?
Texto completo en: http://www.lahaine.org/la-cultura-de-la-violencia