Esta semana 'Crónicas' aborda la violencia de género en adolescentes en España, un fenómeno que cada vez se denuncia más. Según el Observatorio de Violencia de Género, las chicas identifican mejor el abuso o el control en sus primeras relaciones. El año pasado, las menores de 18 años solicitaron cerca de 900 órdenes de protección. Este jueves 'Crónicas' estrena el reportaje 'Libre te quiero'.
El número de chicos menores juzgados por maltrato contra sus parejas o exparejas creció en 2015. Para la mayoría era su primera relación sentimental y piensan que los celos son sinónimo de amor. Además, las nuevas tecnologías están provocando nuevas formas de agresión y de acoso. A través del control del teléfono móvil y las redes sociales, los agresores aíslan y amenazan a sus víctimas. Desde que hay estadísticas de violencia de género, ha habido nueve menores asesinadas. Sin olvidar que, el modelo dominio-sumisión en las relaciones sentimentales todavía no ha sido superado por las nuevas generaciones.
En los últimos años ha aumentado la cifra de chicas que asisten a terapias de violencia de género; las más pequeñas tienen 12 años. Los expertos aseguran que la educación es la vacuna para acabar con el maltrato.
Un equipo de 'Crónicas' ha estado en institutos de educación secundaria para ver cómo viven alumnos y profesores el problema de la violencia de género a edades tan tempranas. Además del control de los profesores, la policía da charlas en los centros para que aprendan a detectar las relaciones de abuso.
'Libre te quiero' es un reportaje con guion de Teresa Martín; realización de Ángel Navarro Gómez; imagen de José Llorca; sonido de Javier Pascual; montaje de Marga Serrano; y producción de Ana Pastor y Lourdes Calvo.
La Sociedad Mediterránea de Medicina Legal ha elaborado un decálogo contra la violencia de género en el que apuesta por reforzar tres pilares: la educación en las edades tempranas, la colaboración de los médicos en la detección de este tipo de violencia y el apoyo policial a las víctimas.
El decálogo fue elaborado por los asistentes a las XXI Jornadas Mediterráneas de Medicina Legal, que se celebraron en Badajoz bajo la dirección del médico forense Mariano Casado.
Para este especialista, las conclusiones de ese congreso pueden ser básicas en la lucha contra la violencia de género. «Desde nuestro sector se concluye que un aspecto fundamental es el educativo, porque es en la escuela donde deben empezar a enseñarse los valores de la igualdad y la no violencia».
«Ya dije una vez que la franja donde hay un alto índice de violencia de género es en la adolescencia y muchos me criticaron porque no aparecía en las estadísticas -continúa el forense-. Ahora sí se habla de que hay casos en esa etapa y se comprueba que aquellos adolescentes de los que yo hablaba son hoy potenciales agresores».
Colaborar en la detección
Casado también ha destacado del decálogo el punto en el que se pide a los médicos que colaboren en la detección. «Cuando ven que una mujer acude con frecuencia a la consulta sin tener un proceso patológico claro sería conveniente que le preguntaran si tienen una buena relación con su pareja. Quizás en ese momento las víctimas contarían su problema».
En las jornadas de la semana pasada se aprobó también la 'Declaración de Badajoz 2016' sobre el desarrollo de la especialidad de medicina forense, en la que plantean la necesidad de que el Ministerio de Sanidad, Igualdad y Políticas Sociales promulgue la norma que permita convocar las plazas de Médico Interno Residente (MIR) que se destinarán a la formación de los futuros especialistas en Medicina Legal y Forense. En esa declaración solicitan la acreditación de las unidades docentes de formación de especialistas en los institutos de medicina legal para potenciar la integración de los recursos ya existentes en los centros universitarios, en los departamentos clínicos y en los departamentos universitarios de medicina legal. «Es importante que se tenga en cuenta al colectivo», concluye Casado.
Jugar a videojuegos violentos y sexistas reduce la empatía hacia las mujeres víctimas de la violencia de género, denuncia un nuevo estudio que publica la revista Plos One. Investigaciones anteriores ya habían demostrado que dedicar horas a títulos violentos incrementaba los niveles de agresividad en los jugadores.
Ahora, científicos italianos y estadounidenses han observado que cuando a esos elevados índices de violencia se suma un componente sexista y se presenta a la mujer como un objeto sexual, los jugadores se vuelven más insensibles ante el dolor y el sufrimiento del otro. Y en concreto, ante las víctimas de la violencia machista.
“Hasta el momento apenas había estudios que revisaran qué tipos de mujeres aparecían en los videojuegos y de qué forma influenciaban esos estereotipos en las creencias que los jugadores tenían acerca de ellas”, explica a Big Vang en una entrevista telefónica Brad Bushman, coautor del estudio y profesor de comunicación y psicología de la Universidad del Estado de Ohio.
Cuando a un elevado índice de violencia se suma un componente sexista y se presenta a la mujer como un objeto sexual, los jugadores se vuelven más insensibles ante el dolor y el sufrimiento del otro.
Y eso es lo que justamente ha revisado este trabajo. En algunos videojuegos como la popular serie de Grand Theft Auto (GTA), las mujeres que aparecen son personajes secundarios, prostitutas o strippers. El jugador puede pagarles para tener sexo con ellas y después matarlas para así recuperar su dinero.
“Queríamos saber si jugar a un videojuego en el que las mujeres son presentadas así, como un objeto sexual, influenciaba la forma en que los jugadores piensan sobre las mujeres en general y, en concreto, sobre aquellas que son víctimas de violencia de género. Y hemos visto que sí”, afirma Bushman.
En un experimento, investigadores de las universidades de Milano Bicocca y de Génova, en Italia, y del Estado de Ohio, en los Estados Unidos, dividieron a 154 chavales de entre 15 y 20 años, todos ellos italianos, tanto chicos como chicas, de forma aleatoria en tres grupos.
El primero jugó a videojuegos violentos y sexistas, en este caso GTA. El segundo lo hizo a videojuegos violentos pero no sexistas. Y por último, al tercer grupo le tocaron títulos ni violentos ni sexistas.
A continuación, los investigadores mostraron a los participantes imágenes en que aparecía una chica joven víctima de la violencia de género. En una de las fotografías estaba llorando y tenía un ojo morado, y en la otra un chico la agarraba por el cuello mientras alzaba el puño hacia ella. Al ver las imágenes, los voluntarios del estudio debían valorar cómo se sentían respecto a esa chica.
“La mayoría de nosotros miraríamos esa imagen, pensaríamos que la chica debe estar totalmente aterrorizada y sentiríamos empatía, solidaridad, compasión. Lo que vimos en nuestro estudio es que aquellos chicos que habían jugado a videojuegos violentos y agresivos y se habían identificado con el personaje principal mostraban menos empatía con la víctima que el resto de jugadores”, comenta Bushman, quien añade que “además, estos chicos se identificaban con creencias como que la masculinidad era ser agresivo. O que está bien que un chico use cualquier medio para ‘convencer’ a una chica a tener sexo con él”.
Para Alessandro Gabbiadini, autor principal del trabajo e investigador de la Universidad de Milano Bicocca, “nuestros resultados nos proporcionan una idea mejor acerca del daño que hace a los jugadores esta combinación de violencia y sexismo en los videojuegos”.
De hecho, los chicos que jugaron a videojuegos solo violentos, sin el componente sexista, no mostraron la misma falta de empatía que los que echaron partidas al GTA. “Cuando añades sexismo a los videojuegos violentos, el efecto es especialmente tóxico”, valoraba Gabbiadini en un comunicado de prensa. Tampoco las chicas que jugaron a GTA fueron poco empáticas.
A diferencia de la publicidad o de las películas, ámbitos en los que también se presenta en ocasiones a la mujer como un objeto sexual, los videojuegos influyen más en la forma de pensar del jugador. “En los juegos se adopta un rol, uno se pone en la piel de ese personaje, vives otras vidas a través de este personaje, por lo que resulta una experiencia más potente que ver una película, que es más pasivo y no te permite realizar acciones ”, explicaAlberto Betella, investigador del grupo SPECS de la Universitat Pompeu Fabra (UPF).
Esa experiencia aumentada, en el sentido de la sensación de presencia y de acción está incrementada en el videojuego, también tiene repercusiones cognitivas, como por ejemplo en la memoria. Seguramente, recordaremos mejor un trayecto que hemos realizado conduciendo que como copilotos en un coche, advierte Betella.
Además, opina Sáinz, los adolescentes usan los videojuegos para explorar su identidad masculina y refuerzan las creencias acerca de lo que se espera que los hombres sean, se comporten, piensen, sientan. “Este tipo de estereotipos que los chavales acaban asumiendo como roles afectan tanto a chicos como a chicas negativamente”, afirma.
Ahora bien, no se trata de criminalizar los videojuegos ni mucho menos. Hay títulos con contenidos muy positivos que desarrollan capacidades de navegación en el espacio, la memoria, incluso la empatía. De hecho, en el grupo de investigación SPECS de la UPF están trabajando con hospitales de Catalunya en un videojuego para ayudar a personas que han sufrido un ictus a recuperar la movilidad.
** Este artículo se ha modificado para corregir un error. En la primera versión se decía que el juego GTA daba una puntuación extra al jugador si éste mataba a una prostituta y era un dato erróneo. En esta versión ya no aparece (14.04.16)
Acostumbrados a la violencia y al sexo
Betella realizó junto al investigador Icrea Paul Verschure, también de la UPF, un estudio con resultados en la línea de este de los videojuegos, que también se publicó en Plos one. Utilizaron una base de imágenes relacionadas con todo tipo de emociones y evaluaron cómo la percepción social de esas imágenes había cambiado en tan sólo 20 años. “Hoy a nivel estadístico tenemos menos sensibilidad hacia imágenes con un alto contenido de violencia o de sexo -dice Betella-. Nos acostumbramos a ellas y dejan de sorprendernos”.
El dia 4 de abril a las 10.00 de la mañana está señalada la vista
oral por las lesiones que Juan produjo a Leonor la noche del domingo 21
de febrero. Ese fin de semana, como os dije, me hallaba de guardia
cubriendo el turno de oficio de detenidos por violencia de género.
“Si no me llaman será buena noticia, pues no habrá ese fin de semana
una mujer más víctima de un acto de violencia”, me dije a mi misma. Pero
no ocurrió así.
A las 06:00 de la mañana recibía una llamada de la comisaría de los
Mossos de Escuadra pidiendo mi comparecencia para asistir a Juan, detenido por causarle lesiones a su mujer
tras haber discutido con ella. Otra agresión de un marido a su mujer,
un matrimonio al que solo unía un mismo techo, nada más. Una vez en
comisaría, y mientras esperaba a que me recibieran, en la sala de espera
vi a un chico. Parecía nervioso, desubicado y se preguntaba cómo había
podido pasar algo así. Enseguida los Mossos le llamaron. Tenía que
acompañar a su madre al hospital, pues se negaba a ser trasladada de
urgencias.
“Letrada, espérese cinco minutos, enseguida la atienden, antes
debemos ir a requisar las armas de este señor”, me decían mientras me
pedían mi carnet de abogada. Pronto subieron a Juan, que se acogió a su
derecho a no declarar en dependencias policiales, pero sí prestaría
declaración ante el Juez de Guardia. A Juan lo detuvieron ese mismo
domingo a las 03:00 de la mañana, y tras asistirle yo dos horas después,
nos citaron a comparecencia por juicio rápido el mismo día a las 11.00 de la mañana.
Era domingo, me recorrí todas las cafeterías para hacer tiempo y solo
encontré una abierta. Apenas había gente por las calles. Tuve suerte
porque no hacía mucho frío. y tan pronto me tomé un café con leche
calentito, regresé a buscar mi coche para dirigirme a los Juzgados.
Cuando llegué allí se me acercó el hijo de la pareja, el mismo que se
hallaba en las dependencias policiales, y me dijo: “Mi madre nunca debió haber llamado a la policía, ahora se arrepiente.
Dice que el cuchillo lo llevaba ella porque consiguió arrebatárselo,
pero él solo la tiró al suelo, las manchas de sangre que mi padre tiene
en su camiseta son de sus propios cortes. Mi madre me ha preguntado que
si a su marido le prohíben acercarse a ella o a la casa, que dónde irá.
Mis padres cuidan de mis hijos, yo justo vivo enfrente de ellos desde
que me divorcié.”
Sus palabras me parecieron inauditas, le dije: “Yo no soy quien te
puede dar mejor consejo, yo soy la abogada de tu padre y mi obligación
es defenderlo”. Cuando me pude entrevistar con Juan me confesó que la tiró al suelo y la golpeó, pero que él no cogió el cuchillo.
Me decía, apenado: “No logro recordarlo bien, justo llegaba del bar,
acompañado, y con unas copas de más”. Cuando Anna compareció ante el
Juez de Guardia no quiso acusar a su marido, no quiso
orden de protección, pidió que no le obligaran a marcharse de casa, que
en su lugar ella se iría al pueblo hasta que se produjese el juicio.
Por los golpes que recibió Anna en la cabeza, por la gravedad de los
hechos, por haberse utilizado en la discusión un cuchillo de cocina
peligroso y por la declaración de la víctima, el Juez decidió,
accediendo a la petición del Ministerio Fiscal, en aras a la propia
protección de Anna, y aún en contra de la voluntad de ella, que sí debía dictarse la orden de protección.
Juan fue obligado a abandonar el domicilio familiar y se le prohibió
acercarse a Anna y a ponerse en contacto con ella por cualquier medio
hasta que hubiera sentencia.
Una semana más tarde, y una vez nos dieron fecha de juicio, Juan me
confeso que se había equivocado, que nunca debió haber agredido a Anna y
que asumía la responsabilidad. Me pidió que el juicio del próximo 4 de
abril fuera lo más breve posible y que aceptaría, porque era culpable,
la pena que se le impusiera. Mi cometido aquí será llegar a una
conformidad con el Ministerio Fiscal el próximo día 4 de abril. De lo
sucedido, cada uno deberá llegar a sus propias conclusiones. ¡Yo
ya alcancé la mía!