domingo, 31 de octubre de 2010

Violencia de género y menores


Martes, 26 de octubre del 2010 / NACIONAL
«Un niño que vive en un entorno de violencia de género es víctima de la violencia de género. Siempre es víctima, aunque no haya presenciado el suceso; aunque ni siquiera lo haya escuchado», dice Yolanda Román, responsable de Incidencia Política de la organización Save the Children, que considera que, en estos momentos, los menores son también las víctimas más invisibles de la violencia sexista.
El reciente asesinato de una mujer y sus dos hijos pequeños en Tarragona y otros dos bebés que han muerto, presuntamente, a manos de sus progenitores a lo largo del mes de octubre y en diferentes sucesos de violencia contra sus madres, ha sacado a la luz, de una forma terrible y trágica, esta realidad, que se ha cobrado ya trece víctimas menores de edad en lo que va de año. También ha puesto sobre la mesa un dato: cerca de un millón de niños conviven a diario con el terror, porque la persona que supuestamente debería protegerles convierte el hogar en un caos dominado por la violencia.
Según la responsable de Save the Children, el 60% de las mujeres maltratadas tiene hijos. En el caso de Málaga, los estudios realizados por el Instituto Andaluz de la Mujer (IAM), en base a las atenciones realizadas en las casas de acogida, indican que la media estaría en dos hijos por mujer: «Dejarlas embarazada es también un arma que utiliza el maltratador para tenerla sometida», afirma la directora del organismo en Málaga, Pilar Oriente.
«Lo que cualquier niño espera de una figura de apego es afecto, seguridad y confianza. En una situación maltratante se rompe esa triada, se desmorona. Suelen venir con mucho miedo, porque se mueven en la inestabilidad afectiva». Ana Infante es la psicóloga que atiende a hijos de mujeres que han sufrido maltrato y que cumplen los requisitos fijados por el IAM para acceder a un programa específico puesto en marcha hace un año a través de un convenio firmado con la asociación Amuvi y al que se han derivado a más de un centenar de menores que precisaban ayuda por haber sido testigos de malos tratos.
Esa inestabilidad emocional, esa especie de no saber a qué atenerse tiene un buen número de efectos: «Los niños son inseguros, poco explícitos y poco firmes a la hora de tomar decisiones. No saben qué hacer y, sobre todo, hay una baja autoestima», afirma Infante, que explica que uno de los pilares básicos en los que se asienta la autoestima es en la conciencia de que tenemos poder para transformar la realidad. «Y ello solo ven caos a su alrededor», concluye.
La inseguridad y la indecisión tienen mucho que ver con esa inestabilidad afectiva a la que se ven sometidos. En este sentido, la psicóloga recuerda que durante el cumplimiento del régimen de visitas se han podido ver sometidos a un continúo chantaje por parte del padre, que quiere obtener información de la madre, mientras que al regresar a casa, la madre puede someterles también a un interrogatorio intenso por el miedo a que hayan vivido alguna situación violenta.
Suspensión de visitas
Por este mismo motivo, una de las reclamaciones que desde el Instituto Andaluz de la Mujer se sigue elevando a jueces y a fiscales es que, al menos durante el tiempo en el que una mujer esté escondida en una casa de acogida, se suspenda de forma cautelar el régimen de visitas de los agresores: «Sigue ocurriendo en algunos casos y estos niños, cuando vuelven de estar con sus padres, sufren importantes retrocesos en relación al trabajo que se ha realizado con ellos», afirma Pilar Oriente.
Hay otro efecto de la violencia de género vivida por los niños que, aunque no se da en todos los casos, es alarmante por lo que supone: «Algunos interiorizan el rol del padre, incluso aunque el padre pueda estar encarcelado por haber agredido a la madre», dice Ana Infante. En los casos más graves, el niño se vuelve violento con la propia madre. Este efecto ha sido detectado en casos analizados por la asociación Save the Children en sus diferentes estudios. Yolanda Román también alerta del peligro de generalizar, aunque sí reconoce que hay niños que adoptan el papel del agresor, mientras que las niñas asumen el de la víctima

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